domingo, 21 de agosto de 2011

TALLER #1 SOCIALES 7A

AMÉRICA



Segunda masa continental aislada más grande de la Tierra. Comprende tres grandes conjuntos o subcontinentes: Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica, tiene una extensión de aproximadamente 42 millones de km2 y está poblado por más de 650 millones de habitantes. Las Américas es el nombre que a menudo se utiliza para designar todo el hemisferio occidental. La palabra apareció por primera vez en la Cosmographiae Introductio (Introducción a la Cosmografía), editada y publicada en 1507 por el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller. El nombre deriva de Americus, el nombre de pila latinizado del navegante italiano Amerigo Vespucci, cuyas expediciones al Nuevo Mundo describe la obra. Tal como Waldseemüller usaba la palabra, América designaba específicamente las tierras descubiertas por Cristóbal Colón, Vespucci y otros exploradores de las Antillas y la costa del noreste de Sudamérica. El geógrafo flamenco Gerardus Mercator usó la palabra América por primera vez para referirse a todo el hemisferio occidental en un mapa del mundo editado en 1538.



CONTINENTE

Cada una de las unidades de masa terrestre continua más extensas de la Tierra, formada básicamente por sial, que se eleva desde el fondo oceánico.



CONTINENTE GEOGRAFICO

Un continente se distingue de una isla o una península, no sólo por su tamaño sino también por su estructura geológica y evolución. Los continentes, por orden de mayor a menor tamaño, son: Eurasia (convencionalmente considerada como dos continentes; Europa, que entendida de forma individual es el penúltimo continente en cuanto a extensión, y Asia), América, África, Antártida y Oceanía.

Los continentes suponen, aproximadamente, el 29% del área total de la corteza terrestre. Al norte del ecuador se encuentran más de dos tercios de la superficie de tierra continental. Además, las masas continentales engloban plataformas continentales sumergidas, que descienden suavemente desde el litoral de los continentes hasta profundidades de unos 200 m; más o menos en este punto comienza un salto más abrupto que se conoce como talud continental. Si se consideran las plataformas continentales como parte de los continentes, la superficie continental total aumenta hasta suponer el 35% de la superficie terrestre. Las islas que se hallan en la plataforma continental de un determinado continente se consideran parte del mismo. Un claro ejemplo de ello son Gran Bretaña e Irlanda en Europa, el archipiélago malayo y Japón en Asia, Nueva Guinea, Tasmania y Nueva Zelanda en Australia, y Groenlandia en América.

CONTINENTE GEOLOGICO


En geología, los continentes se definen en términos de estructura de la corteza terrestre más que como áreas de la superficie terrestre. Los geofísicos han estudiado estos rasgos a través de los registros sismográficos de las ondas producidas por los terremotos y por algunas experiencias de explosiones provocadas (ondas primarias y secundarias). Sus datos indican que el centro de la Tierra es un núcleo caliente y denso, en parte líquido, formado por níquel y hierro, de más de 6.000 km de diámetro. Rodeando a este núcleo se encuentra un manto de roca sólida caliente de 3.000 km de espesor, con una parte formada por materia semiplástica. Este manto, a su vez, se halla envuelto por la capa más exterior de la Tierra, la corteza, una capa de roca relativamente fría cuyo grosor oscila entre los 5 km, debajo de los océanos, y los 70 km que puede tener, como promedio, debajo de los continentes.

Debajo de los océanos la corteza consiste en una única capa de rocas basálticas oscuras y densas, formadas en su mayor parte por minerales de hierro y magnesio. En los continentes esta capa está sepultada bajo otra capa más gruesa de rocas más ligeras, menos densas, formadas por aluminosilicatos. Debido a la diferencia de densidad, las rocas más ligeras flotan sobre las basálticas. Por un principio que se conoce como isostasia, en aquellas áreas en que las rocas más livianas se elevan más, como ocurre en las grandes cadenas montañosas, también se hunden a una mayor profundidad; por debajo de estas montañas, sus raíces más ligeras se prolongan en las rocas oscuras de la corteza terrestre hasta profundidades considerablemente mayores que las que se hallan bajo las vastas llanuras que se encuentran en el interior de la mayoría de los continentes.


En la década de 1960, los geólogos comenzaron a acopiar pruebas de que los continentes además de flotar, es decir, de moverse hacia arriba y hacia abajo en la corteza terrestre, también se desplazaban lateralmente yendo a la deriva. La teoría que explica los orígenes y la historia de la deriva continental se denomina la tectónica de placas. Al trazar las direcciones que habían tomado los continentes, los geólogos descubrieron que la corteza terrestre y el manto superior se dividían en un determinado número de placas semirrígidas, cada una de las cuales tenía unos límites reconocibles y se movía como una unidad. Algunas de estas placas tectónicas, como la del Pacífico o la de Nazca, están formadas casi totalmente por corteza oceánica; otras, como las placas de América y la euroasiática, están formadas básicamente por corteza continental. Los límites de las placas se localizan en medio de los océanos o en zonas de alta mar, o bien emergen del fondo del mar y se extienden por tierra firme. Uno de estos lugares es California occidental, donde la falla de San Andrés, muy propensa a los terremotos, marca el límite entre las placas de América del Norte y la del Pacífico.

La distribución actual de mares y tierras ha evolucionado durante cientos de millones de años, en los cuales las masas de los continentes fueron a la deriva, se unieron por colisiones, se desgarraron, se separaron y se volvieron a unir formando nuevas combinaciones. Estos movimientos no parece que se hayan debilitado o que hayan cesado, ni muestran signos de que lo vayan a hacer; por tanto, la distribución del mar y la tierra firme continuará cambiando mientras que el planeta contenga la energía necesaria para provocar el movimiento de las placas de su corteza.



Fragmento de El origen de los continentes y océanos.

De Alfred Wegener.

Capítulo 2.

Pero ¿cuál es la verdad? La Tierra no puede tener más de un rostro a la vez. ¿Hubo puentes continentales, o bien estuvieron siempre los continentes separados por mares profundos? Es imposible rechazar la reivindicación sobre las antiguas conexiones terrestres si no queremos renunciar por completo a comprender el desarrollo de la vida en la Tierra. Pero es igualmente imposible rehuir los argumentos con los que los partidarios de la teoría de la permanencia rechazan los intercontinentes hundidos. Evidentemente, queda tan sólo una posibilidad: tiene que existir un error oculto en las suposiciones tomadas como evidentes.

Este es el punto de partida de la teoría movilista o teoría de la deriva. La suposición, tomada como evidente tanto en la teoría de los puentes continentales como en la de la permanencia, de que la situación relativa de los bloques continentales no ha cambiado (prescindiendo de su cobertura de mares someros) debe ser falsa: los continentes deben haberse movido. Suramérica debe haber estado junto a Africa y formado con ella un único continente, escindido en el Cretácico en dos partes que luego, como los fragmentos de un témpano agrietado, se separaron cada vez más en el curso del tiempo geológico, pero los bordes de estos dos bloques concuerdan todavía hoy. No sólo el gran codo en ángulo recto que forma la costa brasileña en el cabo San Roque encuentra su negativo en el recodo de la costa africana en Camerún, sino también al Sur de estos accidentes la forma de la costa es tal que a cada saliente en la costa brasileña corresponde una bahía de igual forma en la africana, y viceversa: a cada bahía en el lado brasileño un saliente en el africano. Como puede comprobarse con el compás sobre un globo terrestre, las distancias concuerdan con precisión.

Igualmente, Norteamérica ha estado situada en el pasado junto a Europa, y formó un bloque único con ella y Groenlandia, al menos desde Terranova e Irlanda hacia el Norte. Este bloque se fragmentó a partir del Terciario Superior (y en el Norte incluso en el Cuaternario) por medio de una fractura que se bifurcaba en Groenlandia, tras lo cual los fragmentos se separaron unos de otros. La Antártida, Australia y la India estaban situadas junto a Suráfrica hasta el comienzo del Jurásico, formando con ella y con Suramérica un gran contienente único (parcialmente cubierto por mares someros), que en el transcurso del Jurásico, el Cretácico y el Terciario se fragmentó en bloques aislados, que luego derivaron en todas direcciones. En el caso de la India, se trata de un fenómeno algo distinto: inicialmente, un largo bloque cubierto casi totalmente de mares someros la unía por completo al continente asiático. Tras la separación de Australia por una parte (en el Jurásico Inferior) y por otra de Madagascar (en el límite entre Cretácico y Terciario), este largo bloque fue plegado cada vez más por la aproximación de la India a Asia, y constituye hoy una de las más poderosas cadenas de montañas de la Tierra: el Himalaya y las cadenas vecinas.

También en otras zonas se presenta la deriva continental en relación causal con el origen de las montañas: en la migración hacia el Oeste de las dos Américas, su borde anterior se plegó en la gigantesca cadena andina (que se extiende desde Alaska hasta la Antártida) a causa de la resistencia frontal del fondo de la cuenca del Pacifico, muy antigua, fría y, por tanto, rígida. También junto al continente australiano, sólo separado de Nueva Guinea por un mar de plataforma, se encuentran las elevadas montañas de Nueva Guinea, formadas recientemente y también en el borde anterior en el sentido del movimiento; antes de su separación con respecto a la Antártida, la dirección de su movimiento era distinta: la actual costa Este era entonces el borde anterior. Entonces se plegaron las montañas de Nueva Zelanda, que se extendían inmediatamente delante de esta costa, y a continuación y debido a los cambios en la dirección de la deriva, se desligaron y retrasaron, formando arcos de islas. Las actuales cordilleras del Este de Australia surgieron en una época anterior; se formaron al mismo tiempo que los pliegues más antiguos en Norte y Suramérica, los que constituyen la base de los Andes (Precordillera), en el borde anterior de la masa continental que migraba como un todo antes de la fragmentación.

El citado proceso de la separación de Nueva Zelanda (primero cadena marginal, luego arco de islas) del continente australiano nos lleva a considerar el fenómeno al otro lado de los continentes en movimiento, donde los fragmentos quedarían retrasados en la migración de los grandes bloques, sobre todo cuando ésta tenía lugar hacia el Oeste. Así, las cadenas marginales se segregan en el borde oriental del continente asiático para formar arcos insulares; así quedan atrás las Pequeñas y Grandes Antillas con respecto al bloque centroamericano, lo mismo que el llamado arco de las Antillas del Sur, entre la Tierra de Fuego y la Antártida occidental; incluso todos los continentes que se estrechan en dirección meridional presentan una curvatura hacia el Este del extremo aguzado, debido a un retraso relativo en la deriva. Como ejemplos, citaremos el extremo Sur de Groenlandia, la plataforma submarina de Florida, la Tierra de Fuego, la Tierra de Graham o la fragmentada Ceilán.

Se puede observar sin dificultad que esta exposición global de la teoría de los desplazamientos se basa en la suposición de que los fondos marinos y los continentes están compuestos de distintos materiales, que en cierta medida representan diferentes niveles de la Tierra. El más extremo, representado en los continentes, no cubre toda la superficie terrestre (como veremos, quizá sea más correcto decir que no la cubre ya), y los fondos marinos representan la superficie libre del siguiente nivel de la Tierra, que asimismo se supone que existe bajo los continentes. Este es el aspecto geofísico de la teoría movilista.

Si tomamos la teoría de la deriva como base, podemos satisfacer todos los requisitos legítimos, tanto de la teoría de los puentes continentales como de la teoría de la permanencia. En concreto, esto quiere decir que hubo conexiones entre los continentes actualmente separados, pero no intercontinentes que luego se hundieron; y que hay permanencia, pero no de cada océano o continente individual, sino del área de los continentes y del área de las cuencas marinas en su conjunto.

La argumentación detallada de esta nueva teoría constituirá el contenido principal de este libro.

Fuente: Wegener, Alfred. El origen de los continentes y océanos. Madrid: Ediciones Pirámide, 1983.

TALLER #1


CIENCIAS SOCIALES 7°

AMERICA

1. de donde surge el nombre de América

2. que es un continente

3. cuales son las principales características de un continente

4. cuales son los continentes

5. que islas hacen parte del continente Europeo

6. que es el centro de la Tierra

7. en que consiste la isostasia

8. que es tectonica de placas

9. donde limitan las placas de América del norte y la del pacifico

10. en que consiste el fragmento del origen de los continentes de Alfred Wegener.

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